Por:
Viviana Palacio Vaca
Oficina Asesora de Comunicaciones–UAESP
El sol y la luna como principio de iluminación perduró por mucho tiempo, y el fuego desde su descubrimiento, fue empleado para diversos fines. De esta manera la luz era fuego y se empleaba como defensa, como foco de comunicación, ritualidad y conexión generacional. Alrededor del fuego se empleaba la tradición oral que aún en día es tan importante para la comunicación humana. Una de esas fogatas significó la esperanza de vida para las embarcaciones de Cristóbal Colón al descubrir una tierra nueva aquella noche del 12 de octubre de 1492.
Hay quienes piensan que el ser humano se encuentra en transición: entrando, viviendo o saliendo de ella, y el fuego fue una de las más importantes, obligó al asentamiento, a nuevas formas de comunicación y convivencia, por eso era muy común ver a los caciques y sus tribus dando su vida por defenderlos, al rededor del fuego vivieron con sus cultivos de papa, maíz y el agua, por eso se organizaron en territorios para servir, conservar y defender sus recursos, de allí surgen las dispersas aldeas que encontró Gonzalo Jiménez de Quezada, y que, con el tiempo fueron surgiendo los lugares para el culto, los puentes, las calles y caminos que comunicaban la tierra del Zipa con Chía.
Las velas de sebo y las lámparas surgieron a través del tiempo por la necesidad de atacar la ausencia de luz que se vivía en la ciudad, fue así como el primer sistema de alumbrado público en la ciudad fue de hombres armados con ruana, un palo macizo, y unas lámparas para llevar la luz a todos los rincones de la ciudad. La “luz humana” fue considerada como la primera forma de prestación de alumbrado público en una ciudad con 6 cuadras alrededor de la plaza mayor.
La ausencia de luz dio lugar a múltiples historias de amor, pasión, terror y miedo desaforado. La iluminación en los hogares era mínima, la iluminación en las calles era apenas perceptible, y aunque en 1573 se dieron los primeros intentos de iluminación pública mediante artefactos en Santafé, debe imaginar que el contexto de la ciudad, en este punto, podía ser la protagonista de historias como Drácula, algún cuento de misterio de Poe o una película cargada de suspenso.
La iluminación de las casas de la ciudad durante la Colonia tenía olor propio, la vela de cebo y posteriormente, la lámpara como una versión algo más sofisticada de las mismas velas con los mismos olores a cebo. El costo de la vela hacía que las familias con menos recursos salieran a buscar alguna muestra de iluminación en las cuadras, lo que a su vez ayudaba a la unión de la comunidad en torno fuego.
Gaspard-Théodore Mollien, fue un diplomático francés que vivió en Bogotá entre 1828 y 1839, citaba en sus cartas hacia Europa:
A partir, pues, de la caída de la tarde, la vida de Bogotá desaparecía de las calles para el resto del día ya que no hay en la ciudad ni un café ni un restaurante, ni establecimientos de recreo o pasatiempo que pudieran atraer a la gente fuera de sus casas como en las grandes ciudades de Europa; pero en muchas casas había reuniones de familias y de amigos, que se caracterizaban por su absoluta sencillez; mientras la gente joven, a la luz de una o dos velas, improvisaba algún baile con acompañamiento de guitarra o arpa […]
En esa época no había más que tres o cuatro calles alumbradas y eso en forma muy deficiente, puesto que, por ejemplo, en la Calle Real, que era la principal, no había más que seis faroles con una triste vela en cada uno. En razón de esta obscuridad casi absoluta, los vecinos de Bogotá tenían la costumbre, cuando salían de noche, de llevar un farolillo o de hacerse acompañar por un criado para que lo llevara…
La tecnología y la imaginación de la época solo daba para ubicar velas de cebo en los balcones y ventanas de las casas principales de la ciudad, sin embargo, la ciudad seguía oscura y los que mayores pérdidas tenían eran los comerciantes, fueron los primeros y más interesados en el alumbrado público de la ciudad, no solo porque a falta de luz, había muchos robos, sino que no vendían nada en cuanto el cielo empezaba a oscurecer.
Para 1815 por primera vez se pensó en contar con un alumbrado para la ciudad, funcionan de forma parecida a una antorcha, los ciudadanos pensaban ponerse en el lugar de otras ciudades del mundo. Según la investigación realizada por “Historia de la empresa de energía de Bogotá”. Se sabía que París contaba con 5.000 faroles instalados en su área urbana desde 1750; que Londres en 1807 tenía alumbrado público suministrado con gas y dejar de ver el alumbrado como un “cuerpo de serenos” que deambulaban por las calles, cubiertos por una ruana, calzando alpargatas y un farol en la mano.
En medio de esta situación, una familia de comerciantes bogotanos pensó hacer un buen negocio mientras ofrecía una opción de iluminación, decidió regalar un farol para que, a cambio, toda la ciudad comprara los faroles en su tienda, la idea no funcionó pero surgió otra gran idea, iluminar la ciudad con gas mediante el contrato con “American Gas Company”, empresa que por el término de 30 años, inició la instalación durante la guerra civil de 1876.
Y aunque la idea se aplicó, de luz a luz la oscuridad era total, el olor era fuerte y siempre existía la posibilidad de un incendio en medio de la ciudad-, sin embargo, todo estaba dispuesto y la maquinaria llegó de Estados Unidos hasta los puertos del Caribe, luego subirlos por el río Magdalena hasta Honda y, enseguida, la parte dramática: su ascenso hasta la altiplanicie en más de mil cargas a lomo de mula.
Lo que no sabían los colombianos, pero que estaban a punto de descubrir, era que, al otro lado del mundo, Tomás Alva Edison experimentaba con el alumbrado eléctrico, una tecnología que resultaría más económica y segura. La pregunta con su descubrimiento era ¿Se implementaría en Colombia algún día? ¿Sería el principio del fin de “American Gas Company”?
Solamente hasta 1881, López de Queralta, un cubano de la revolución que finalmente tuvo que vivir exiliado en Nueva York, pero sobre todo un convencido del alumbrado eléctrico, quien a un mes de instalar el alumbrado eléctrico en Nueva York y sólo habían pasado dos años desde el día luminoso en que Tomás Alva Edison encendió su primer foco incandescente, decía:
"La luz eléctrica es un grande adelanto sobre la luz de gas carbónico. Quizás pueda decirse que es la coronación del arte del alumbrado. Una sola luz puesta en la mitad de la Plaza de Bolívar hará que se pueda leer un periódico o un manuscrito en toda la extensión de ella”.
Fue así como entre el 22 y el 23 de abril de 1882 Bogotá se “electrizó”. Imagine por un momento que en la historia de Bogotá habían 4 tipos de postes con iluminación diferente porque para esta fecha la ciudad funcionaba simultáneamente con cuatro tipos de alumbrado público: el de faroles de velas de sebo; el de faroles de reverbero, que trabajaban con aceite de linaza; el de faroles de petróleo, y el de faroles de gas. Sin embrago, entre poste y poste había una oscuridad tremenda, de allí surgió la idea de que los dueños de las viviendas ubicaran un farol en los ventanales con vistas a la calle de 7 de la noche a 5 de la mañana.
El 7 de diciembre de 1889 fue uno de los de mayor trascendencia en la historia del alumbrado capitalino. El futuro general y presidente de Colombia Pedro Nel Ospina y el señor Rafael Espinosa Guzmán se asociaron para conformar una empresa que daría por primera vez luz eléctrica a la capital de Colombia. Según el libro Historia de Bogotá en el siglo XIX al hacer referencia a los servicios públicos y las comunicaciones.
Para los bogotanos este logro fue incalculable. Esto ocurría apenas a los ocho años de haberse inaugurado la luz eléctrica en Nueva York y si se piensa bien, de todas maneras, no estábamos tan mal comparado con el alumbrado de gas, que nos llegó setenta años después de haberse instalado en Londres.
En marzo de 1890 ya se habían colocado en las vías bogotanas 90 focos de 1.800 bujías cada uno (un poco más de un vatio actual). Para ese mismo año, y tal vez producto del subdesarrollo, dos años después, los medios registraban daños, robos y vandalismo sobre las luces, los postes y los cables de luz, y solo hasta 1892 se empezó el cobro del servicio como lo entendemos hoy en día.
La historia del alumbrado tiene su propio proceso, y a la fecha, hay 4 tipos de luminarias en la cuidad, de luz de sebo pasamos a gas y electricidad. Hoy tenemos 107.314 luminarias de sodio, que la puede identificar con luz amarilla; 102.426 luces de halogenuro metálico, una bombilla de luz blanca, 18 fluorecentes ubicadas bajo los puentes vehiculares, y 146.862 lucen con tecnología LED. Iniciar este proceso de iluminación con un farol para tener en la actualidad una capacidad total instalada de 356.620 dice mucho de una ciudad que piensa en la tecnificación de sus servicios, la sostenibilidad ambiental y el mejoramiento de la calidad de vida de los bogotanos.
https://issuu.com/patrimoniobogota/docs/la_energ_a_en_bogot_
https://bitacorasdebogota.blogspot.com/2006/09/los-albores-del-alumbrado-publico.html
https://villegaseditores.com/historia-de-bogota-siglo-xix-servicios-publicos-y-comunicaciones
http://luisguillermovelezalvarez.blogspot.com/2011/09/breve-historia-del-sector-electrico.html
https://www.jdc.edu.co/revistas/index.php/Cult_cient/article/view/150
https://www.uexternado.edu.co/derecho/retos-y-desafios-del-sistema-de-alumbrado-publico-en-colombia/
https://books.openedition.org/ifea/6890
https://repositorio.unal.edu.co/handle/unal/54043
https://www.iluminet.com/congreso-alumbrado-publico-bogota-2018/
https://www.lapatria.com/ciencias/un-poco-de-historia-sobre-el-alumbrado-publico-en-colombia-278124