Conozca la historia de los hermanos alemanes que se quedaron en Colombia para hacer empresa por cuenta de la variedad de frutas que nacen en estas tierras.
Konstantine Jessen llegó a Colombia desde Alemania, a visitar a su hermano mayor que en 2013 ya estaba viviendo en el país por temas puramente académicos. Henrik Jessen justo cumplía su período de intercambio en Medellín en estudios latinoamericanos pero la nostalgia familiar no fue el único motivo que llevó al joven berlinés a cruzar más de 4.400 kilómetros en busca de una nueva vida.
Descubrir la gran variedad de frutas que brotan de estas tierras fue ese otro detalle que selló la radical decisión de Konstantine de mudarse a un país en vías de desarrollo como Colombia pero con un gran potencial de crear negocios inspirados precisamente en ese abanico de sabores raros y contrastantes.
Era la segunda vez que Konstantine escuchaba hablar del país del Sagrado Corazón. A los 17 años cuando vivió en Estados Unidos en casa de una familia de colombianos, el padre del hogar que lo acogió por un año mientras estudiaba le habló de su riqueza cultural, gastronómica y geográfica.
“Yo dos años antes de llegar a Colombia, fui a Costa Rica, antes de eso tenía un poco de temor, uno oye cosas como peligrosas pero primero llegué a Costa Rica y ahí ya cambié muchas mi expectativa y mi imagen de Latinoamérica”.
Y con ese nuevo imaginario Konstantine trazó también un nuevo camino hacia el paraíso de las frutas, donde encontró formas, sabores y texturas que nunca en su existencia había visto ni probado y por las que, aunque parezca inverosímil, le dio cabida junto a su hermano a la idea de volverse emprendedores en tierras tan alejadas a las de sus antepasados.
Con la sabiduría de haber trabajado en una empresa de bebidas saludables en Alemania se propusieron crear una marca de jugos orgánicos, algo que tampoco tenía mucha competencia en estos mercados.
“Tenemos un poco una historia ya con empresas de bebidas embotelladas, llegamos aquí y vimos que hay mucha fruta, mucha variedad, frutas que nunca hemos consumido en nuestra vida y si uno va a un supermercado uno tiene realmente una oferta muy limitada en bebidas refrescantes saludables”.
Los jugos D´cada, nacieron en 2016, dos años después de una paciente y larga historia de trámites y exigencias de las autoridades sanitarias, medioambientales y migratorias que nunca debilitaron la terquedad de los hermanos Jessen y permitieron al fin la producción y comercialización de los jugos, cuando todo estuvo en regla.
“Sacar la bebida por todo esos temas de Invima que es muy duro, la certificación orgánica es mucho más duro que el Invima, buscar y encontrar y proveedores, elaborar recetas, encontrar proveedores de las botellas, de todo, eso realmente era un proceso muy muy muy largo”.
Combinar los sabores de la naranja y la guayaba o del mango y la maracuyá con el azúcar natural de la panela orgánica fue una acertada apuesta que costó al principio muchas pruebas de laboratorio y hasta pérdidas de insumos pero que al final logró calar en el exigente paladar de los consumidores de estos lares tan amaestrados en detectar los ácidos, los amargos y los dulces de las frutas nativas y no tan nativas.
“D´cada es un es un juego de palabras que resume un tiempo de diez años con las preposiciones de y cada para tener la oportunidad de hacer nuestros slogans o jingles o hashtags”, explicó Konstantine.
Sin embargo, comprar jugos orgánicos de exótico sabor fabricados por dos alemanes carismáticos no ha sido el único valor que ha enganchado además a comerciantes, chefs, dueños de restaurantes y grandes superficies donde hoy estos jugos tienen un lugar en su estantería.
Detrás de su selló 100% orgánico, hay todo un sistema integral que contempla un fondo solidario para impulsar a campesinos que quieran iniciarse en la práctica del negocio verde.
“Un impacto social en favor de los campesinos que deseen trabajar sin químicos, por medio de la donación de 100 pesos por cada jugo vendido”.
Pero además, un modelo para promover el retorno del envase de vidrio por parte de los consumidores hasta ponerlo en manos de los recicladores de oficio con los que hicieron alianza para hacerlos parte de esta cadena de aprovechamiento.
Un material separado y clasificado desde los puntos de venta que eleva el mérito de sus servicios con una gran contribución al medio ambiente como es hacerse responsable de sus residuos que por políticas no pueden ser reutilizados para envasar los mismos jugos pero que sí pueden ser procesados de nuevo para otros usos que permite el reciclaje de este material aprovechable.
“Todas las botellas son retornables, contienen un depósito de 300 pesos, uno está invitado a devolver la basura a los puntos de venta, se le va a dar 300 pesos al consumidor y ahí tenemos unas alianzas con recicladores que recogen la basura aprovechable y la entregan en centros de reciclaje donde le ayudamos a ellos a tener un mayor ingreso”.
D´cada no es solo un jugo, es un proyecto de economía circular que tres años después dio sus frutos: al menos 50 mil botellas recicladas, 250 puntos de venta a nivel nacional, más de 80 en Bogotá y la perspectiva de crear, más pronto que tarde, un tercer sabor que mezclará otra deliciosa y exótica fruta con el de una aromática hierba germinados sin pesticidas en la fértil tierra colombiana.