En un video, la UAESP le muestra a los ciudadanos de la capital los caminos que toman dos botellas producidas con el mismo material y con el mismo fin comercial. Ambas botellas fueron elaboradas con Polietileno Tereftalato, conocido como PET...
A la de la izquierda la llamaremos B1, y a la otra B2, para distinguirlas en la historia que se cuenta en forma paralela a través de imágenes.
Con el mismo propósito de quitar la sed, los contenidos de B1 y B2 fueron consumidos por sus compradores. Sin embargo, luego de usadas, las dos botellas tomaron caminos distintos.
Después de ser separada de su tapa, enjuagada y puesta a secar, B1 fue arrojada a la bolsa blanca, donde se deben disponer los residuos sólidos aprovechables como otras botellas de plástico, el cartón de enbalar los huevos, desechables limpios, entre otros.
B2, fue tirada inadecuadamente a la bolsa negra. Su consumidora, al parecer, no sabía que allí solo deben ir los residuos orgánicos como cáscaras de alimentos crudos y ordinarios no aprovechables, como pañales, servilletas o material contaminado con restos de comida preparada o sustancias de origen humano.
Mientras que B1 fue entregada en la bolsa blanca a un reciclador de oficio, B2 fue dejada a su suerte en la bolsa negra, en un andén dela ciudad, a la espera de la ruta de recolección.
B1 llegó, por gestión del reciclador de oficio que la recogió, a una bodega de clasificación donde empezó su proceso de aprovechamiento, al pasar por una compactadora que la "empaquetó" junto con otras botellas hechas con Pet.
B2 llegó, transportada por el camión compactador de la basura, al Relleno Sanitario Doña Juana, donde empezaron a contar los cerca de mil años que puede tardar su degradación.
B1 siguió su vida útil, tras ser vendida a una empresa dedicada a transformar ese material en un nuevo producto.